¡Qué envidia me dan los niños y
niñas! ¡Qué maravillosa es la infancia! (Al menos así lo fue la mía). Recuerdo
los ratos en el colegio, lugar donde conocí a quienes hoy siguen siendo mis
grandes amig@s. Recuerdo los juegos -en el patio- a ‘Balón prisionero’, al
‘Escondite’ o al ‘Pillao’. Todo era tan divertido, ¡qué grandes momentos
vivimos! Todo eso ya quedó atrás, pero tengo la suerte de poder recordarlo y
de tenerlo muy presente. Estoy convencida de que todos llevamos a un niño dentro,
es lo que nos mueve a vivir la vida con ilusión, entusiasmo y magia. Al final
lo que más valor tiene son las experiencias vividas, las cuales muestran lo que
fuimos, lo que somos y lo que probablemente seremos mañana. El tiempo pasa e inevitablemente nos hacemos mayores, la edad nos va
indicando las distintas etapas de nuestra vida. Cuando somos pequeños, apenas
somos conscientes de lo que es ser mayor. Con el paso de los años he
descubierto que ser mayor está directamente relacionado con el hecho de
madurar. Llega un momento en la vida en el que hay que tomar decisiones en todos
los ámbitos. Desde elegir nuestra ropa hasta decantarnos por un trabajo u
otro. En realidad la vida nos pone infinitas pruebas donde tenemos que tomar determinaciones mucho más serias, unas felices y otras difíciles. Es el miedo a emprender nuevos retos, el que nos paraliza... Por ello, hay que mirar al frente y luchar con serenidad porque estoy plenamente convencida de que "todo es posible". Por un momento dejemos atrás el estrés y vivamos nuestros sueños...
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